Invited Wacko: Daniel Granatta
Aunque cada vez menos, no es infrecuente que al terminar alguna charla, durante el turno de preguntas y respuestas, alguien me pregunte por los perfiles que necesita una agencia para hacer “buen trabajo digital”. Como si fuera yo el experto y tuviera las respuestas correctas, vaya. Así que, tentado por el trolleo de decir “panaderos” y “karatecas”, al final siempre me salía el mismo discurso, de que el buen trabajo no depende de los perfiles individuales, sino de la mezcla de todos ellos y de cómo para eso hace falta una visión que unifique, en algún punto, los objetivos de todos, y blablabla.
Hasta hace un par de semanas. Hace un par de semanas, pensando en el futuro me puse a pensar en que sí hay un puesto que me parece imprescindible en una agencia o compañía que tenga algo que ver con comunicación o marketing: el Futurólogo.
Piénsenlo bien desde el punto de vista de trabajar en una agencia: uno apenas tiene tiempo de planificar o pensar en el futuro porque el presente siempre es demasiado denso, estamos demasiado ocupados. Eso no sólo incluye el trabajo, sino también la carrera de uno. Cuando todo lo que ves es el siguiente deadline no hay manera de vivir en condiciones.
Además, el presente depende de muchos factores. Tus clientes, sus presupuestos, la coyuntura en la que se encuentran ellos o sus marcas. Y así sucesivamente, de lo que uno quiere a lo que el presente le permite va un trecho muy, muy largo, donde la principal arma de autodefensa es la tolerancia a la frustración. La capacidad de aguantar (o resiliencia, que le diría Gonzalo) que nos lleva de presente en presente, esperando que el siguiente sea menos gris que el anterior.
El futuro, en cambio, es esplendoroso. El future en general, no sólo el de tu compañía. El futuro puede ser lo que tú quieras que sea y no depende de nada más de lo que tú seas capaz de imaginar. Y cuando imaginas un futuro interesante, el presente no es más que una sucesión de peldaños que te llevan hacia él. Es mucho más fácil tolerar la frustración cuando sabes a dónde te diriges o por qué lo haces.
La labor del futurólogo, en este caso, es la de proyectar un camino hacia ese futuro, como un punto de fuga que espera a todos los que se dirijan hacia él. Y como buen punto de fuga, lo interesante es no llegar nunca a donde el futurólogo dijo, para seguir teniendo presentes por los que ir caminando.
No lo piensen sólo en términos de proyectos, sino también en términos de carreras personales. Cuando diriges personas entiendes claramente que nunca, por mucho que instruyas e inspires, conseguirás que todos lleguen el mismo punto de conocimiento/experiencia. Porque unos tienen más talento que otros o porque unos se esfuerzan más que otros, o por las dos cosas, el camino del progreso es individual, no colectivo, y nunca podrás garantizar que todos alcancen al mismo grado de desarrollo.
Pero cuando apuntas el futuro hacia el que ir, libre de toda atadura, ofreces también a todos la posibilidad de ser un poco mejores de lo que son ahora, cada cual a su propio ritmo. Tocados por la posibilidad del futuro y lo que ofrece, cada cual incorporará la ruta a su propio presente, y así habrá quien suba diez peldaños y habrá quien (quizá) lo haga sólo dos. Mejor lugar que en el que están ahora, en todo caso.
Contar en tu compañía con alguien que hable del futuro no tiene nada que ver con tener listados semanales de los mejores gadgets y tecnologías en tu buzón de correo o decirle a cada cual cómo ser más creativo o eficiente. Lo que hace alguien que habla del futuro es poner un espejo enfrente de cada integrante de la compañía, contra el que poder compararse para que ellos mismos lo descubran.
Así que, volviendo al punto inicial y después de muchos años de responder con “ehm”, “ahm” y “creo que”, les traigo una certeza: para que una agencia haga “buen trabajo digital” necesita muchas cosas, pero una imprescindible es contar con uno o dos futurólogos que enuncien lo que podría ser el futuro.
Créanme, lo van a agradecer.
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