Seremos Iguales

Felipe II
Felipe II

Cualquier argumento que comience con – “…durante el reinado de Felipe II…” – parece no tener mucho con que sostenerse, pero increíblemente el siglo XVI aún pesa más que una bombona de gas en el quinto piso de un no tan antiguo piso en el corazón de Barcelona. Ni la Torre Agbar, los jardines de metal o los yates de 30 millones de Euros amarrados en la nueva Barceloneta, han podido ascender a un romántico medioevo que mas allá de irse, vuelve.

Vuelve y enamora, y no solo a los Catalanes… ojalá; seduce a España, Francia, Italia y en general, a una Europa, que en el cresta tecnológica más poblada por seres humanos, escoge la vía del separatismo. Y es que eso de la “sangre llama” es literal; cuando se abre una herida lo primero es sobrevivir y ahí es cuando parece que no podemos sacudirnos el medioevo y la sangre llama.

Así es como en los países mencionados (y el mundo en general), crecen los partidos políticos con ideales radicales e independentistas, en las últimas tres elecciones políticas importantes en Europa hemos visto dos grandes perdedores: la derecha y la izquierda. Los ganadores son muchos y cada uno de ellos es onda “think different” (para el beneplácito del energúmeno de Steve Jobs), y acá está realmente lo preocupante.

En esta búsqueda por la protección de lo mío y lo nuestro, se pierde el poder de lo que he llamado “La Quinta P” o “Peer”, es decir, únicamente nos estamos restando relevancia a nosotros mismos. Veamos esto un poco más de cerca.

Un par de cosas ya hemos aprendido de esta plataforma llamada Internet, pero probablemente la más evidente es lo desastrosamente mal que salen las cosas cuando hemos intentado imponer términos de exclusividad a esta arquitectura diseñada para todo lo contrario. En otras palabras: un mundo conectado requiere de los niveles más altos de inclusión agnóstica, y para que esto último se de, homologar no solo se convierte en necesario sino en esencial. Para empezar a soñar con un planeta conectado, primero se tiene que inventar un código común a todo, en el caso de la web son los códigos TCP/IP… el problema es que en caso del ser humano como entidad tecnológica de disrupción, la tipificación adecuada aún no cuaja.

Es importante dar contexto y reflexionar pensando que desde los comienzos de la evangelización católica, la humanidad no ha conocido un esfuerzo más grande que Internet para subir a otros seres humanos en la misma plataforma…. solo para que nosotros como usuarios nos encontremos más diferencias que similitudes. Un mundo de pares para pares que no resisten el encanto de ser únicos, y al mismo tiempo iguales.

Y regreso donde empezamos, en Barcelona cenando, bajo la sombra de mediados del 1500, y al sol de una de las ciudades y sociedades más efervescentes que yo haya conocido. No debería de sorprenderme nada de esto, la ciudad misma es una integración feudal diabólica, con sabor a Esperanto binario que se pierde en el llamado de lo más íntimo que nos queda: creer que pensando diferente algún día seremos iguales.

Tardamos más de 2000 años en tener a tan alto porcentaje de la especie conectada en la misma plataforma y a todos con el mismo potencial … de verdad quiero pensar que no vamos a tardar dos mil años más para reconocernos como la tecnología más disruptiva que el Universo ha visto, y aprovechar que al fin podemos soñar con un mundo donde no todo mundo piensa diferente, por lo menos en lo que se refiere a otro usuario o Peer.

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